El contrato social expuesto por Rousseau, referido a los ciudadanos que renuncian a su inocencia primigenia en pos de un beneficio que paulatinamente les arrebata su libertad en la misma proporción en la que el poder del Estado aumenta, hoy parece estar consumado en la dispersión de micro-partículas contextuales, poco comprensibles para un individuo que no sea capaz de crear o modificar –y no sólo de usar– interfaces electrónicas especializadas. Así, los significados para la conformación colectiva que la noción “sociedad de la información” intenta agrupar, mutan según las reformulaciones tecnológicas que operan todos los días. Y una colectividad basada cada vez más en ello, parece estar suspendida en el vacío.
Es una impresión corriente que la estructura de los mecanismos sofisticados mediante los cuales un dispositivo opera, son el reflejo de un micro control público. Sin embargo, la información entendida como sistema organizado por la ley, hoy pierde integridad con el desvanecimiento de los dispositivos que le contienen. Aparentando una libre volición integradora, los sucesos se conforman en la constante posibilidad de la re-fragmentación, en el momento en el que los dispositivos y redes son apagados. De esta manera, la intervención del poder en la sistematización del conocimiento por medio de la maquinaria tecnológica se acerca a la invisibilidad, no porque esto no sea evidente para cualquiera que reflexione sobre ellos por unos instantes, sino porque a pesar de eso, de su paulatina ausencia como característica de su presencia, los individuos siguen asumiendo su carácter de “usuarios”, seducidos por sobre su propia lucidez crítica. La ilusión de libre albedrío es entonces también biopolítica; tecnología de control sobre la voluntad individual.
Esta renuncia describe nuestra temporalidad postcolonial: abandono del cuerpo sujeto a los entornos físicos y a situaciones en las cuales se producen hechos. Cuando Agamben describe la concepción de vida desnuda (nuda vida), despojada de todo contenido ético e histórico como constructo complejo, detalla una situación de inmanencia en la que por su conducto las peores atrocidades pueden ser cometidas. Momento en el que las razones alcanzan apenas para justificar la existencia en la conformación de un cuerpo ensimismado. Esta fetichización de la vida, ajena a la forma que implicaría una función y, por tanto, la posibilidad de la ética, no ha sido lograda únicamente por medio de los aparatos del mercado que dislocan las emociones, tergiversando la función de una forma sensible dada. Además, se trata de un problema de soberanía y de lo que Walter Benjamín menciona al referirse al estado de excepción, constante en el capitalismo, y en el cual el soberano puede permitirse la cancelación de derechos fundamentales.
Sin embargo el mismo Benjamín contrapropone lo que él llama un estado de excepción efectivo. En los casos más extremos, éste comportaría un impulso en contra de un estado de excepción permanente, provocado por la violencia del aparato soberano, oculto tras del ejercicio de un poder policiaco o delincuencial. Dentro de las sutilezas críticas en las intervenciones que el arte es capaz de realizar, es posible prefigurar fórmulas delimitadas de accesibilidad, que si bien utilicen los objetos surgidos de la consecución ordenada de las hegemonías, desestructuren y usen el espacio para prefigurar territorios que sugieran zonas en las que el uso en un contexto determinado, como el barrio, la colonia, la comunidad virtual, recuperen funcionalidad y un empoderamiento crítico que permita esta efectividad descentralizada.
En este sentido, los proyectos propuestos guardan una línea que integra elementos técnicos especializados, a la vez que permiten que el discurso trascienda el plano individual para la construcción de una mitología hecha de constantes comunitarias. El cuerpo electrónico vinculado a la memoria permite una reclasificación de la información en los recovecos del organismo, como receptáculo de la descentralización. Es por eso que el movimiento desestructurado o la desarticulación motora pueden ser procedimientos para la reversión de lo virtual, en tanto se contraponen a una versión integradora. Por eso las piezas se acondicionan al entorno público, sin pretender redimir de manera simplificadora una condición, sino en todo caso plantear objetos desmarcados de la producción social en masa, que sin embargo funcionen en territorios de las nuevas subjetividades para el intento por reintegrar aplicaciones en un contexto de necesidades específicas.
Dis(G)locaciones
Microintervenciones en el cuerpo social
Vision without action is a daydream.
Action without vision is a nightmare.
Proverbio japonés.
Perfil curatorial - Exposición Casa Talavera